Anoche, mientras el Mediterráneo brillaba al fondo del Marenostrum Fuengirola, Sarria se subió al escenario con algo más que los instrumentos en la mano: era Nacho Sarria tocando para los suyos. No era solo telonero, era el hijo del sur ofreciendo su música ante su gente, justo antes de que Leiva apagara la noche con sus himnos desde aquel mismo escenario.
Sarria, con el sello del Rock retrofuturista, desplegó su universo en directo con un repertorio sólido y vibrante. Temas como “Flor”, que ya se ha convertido en un auténtico estallido emocional en directo, sonaron como una firma reconocible. También presentaron con fuerza canciones de su segundo disco El mundo es cruel (pero creo en él) —una obra que mira con nostalgia al Rock clásico, pero pisa firme con una visión actualizada y potente que lleva a Sarria a convertirse en uno de los artistas emergentes más respetados del circuito contemporáneo.
El público se entregó desde el primer acorde. Allí, en Fuengirola, cada riff, cada letra, cada mirada del público a la banda transmitía esa comunión indispensable del directo: el calor del barrio, el aplauso de la familia… La banda respondió con actitud, frescura y esa honestidad que no se finge. Y no es casual: Sarria nació en Málaga, escuchó a Leiva (entre otros) con 16 años, y hoy pisa escenarios grandes acompañado de quien le inspiró a convertirse en músico.
Cerró su parte del show dejando claro que volver a casa no es una melodramática frase: es intensidad. Sarria levantó el listón para lo que vendría después, y cumplió con creces.